IADALBAOTH, EL PRIMER ESPÍRITU OSCURO
Posible representación del Demiurgo con Iadalbaoth como figura central, en una joya gnóstica descrita en "La Antigüedad explicada y representada en figuras" del paleólogo y cronista francés Bernard de Montfaucon, publicada en el siglo XVIII.
Es llamado Iadalbaoth, Yadalbaoth, Yaldabaoth o Jaldabaoth y se trata de una deidad oscura, arconte o arcón bastante controvertido y a ratos bastante confuso, pues pertenece a enseñanzas herméticas y esotéricas originalmente de grupos muy cerrados y hasta perseguidos, por lo que también han sido objeto de especulación y tergiversación en épocas posteriores. En términos generales, la noción de Ialdabaoth procede de las sectas gnósticas que ya estaban activas hacia fines del siglo I, conviviendo con el paleocristianismo. Se refieren al personaje que reconocían como el primer espíritu oscuro o maligno surgido en el universo. El significado de su nombre ha sido materia de debates y desencuentros entre los investigadores, sin embargo.
Podemos decir, en general, que se trata de una deidad considerada impostora y surgida con el origen mismo de la realidad, pero que intenta engañar a los hombres haciéndose pasar por el verdadero y único Dios Supremo. Es un dios falso, por lo tanto, a quien se debe el triunfo del mundo material por sobre el espiritual y al hecho de que las almas caigan atrapadas en un cuerpo físico. Ialdabaoth es una representación malévola del Demiurgo o principio rector universal, en otras palabras, idea que desarrolla y amplía un concepto de origen platónico en donde él aún no existía.
Ialdabaoth es el responsable de que los mortales y la vida en general se mantengan atrapados en la profanidad de la materia, dicho en otros términos. En su artículo "Yaldabaoth: The Gnostic Female Principle in Its Fallenness" para la revista "Novun Testamentum" de 1990, E. Aydeet Fischer-Mueller plantea desde el título que se trata de un ente femenino. Sin embargo, otras versiones más propias de los cultores de ciencias herméticas o espiritualistas prefieren verlo como representación del lado negativo pero inevitable y hasta esencial de la lucha entre el mundo trascendente intangible y el más secular de la materia. Los luciferinos consideran, además, que la impostura en el trono divino está en el propio Yahvé o Jehová, de modo que el espíritu maligno de marras asume sólo una parte de esta duplicidad perpetua y dialéctica presente en el Demiurgo.
Se cree que Iadalbaoth provendría o estaría influida por una interpretación hecha entre los asirios tras conquistar Egipto en el siglo VII antes de Cristo y conocer allí la mitología de Seth, el dios de las tormentas, el desorden y la violencia, hermano problemático de Osiris y "patrono" también de los extranjeros. La dualidad entre Osiris y Seth es, básicamente, la misma del bien y del mal, y se refleja también en el rol de aquella deidad oscura como parte necesaria del orden cósmico. Ya con la influencia greca encima, Seth se fue fundiendo con la deidad Tifón o Typhon, gigantesco monstruo con rasgos o alusiones de serpiente, muchas veces con alas y cabezas de dragón en lugar de dedos, provocador de los huracanes y los terremotos. El sincretismo lo definió también como hijo de Sofía o Sophia, representación de la sabiduría en el mundo divino y que también compartían los gnósticos, al menos como símbolo.
Iadalbaoth tomó muchos de todos aquellos elementos iconográficos y conceptuales, quedando representado como un ser quimérico con cuerpo de serpiente y cabeza de león, mismo que aparecerá en los emblemas del Demiurgo entre los gnósticos, así como en algunas asociaciones con la serpiente del Paraíso que hizo enfrentarse a Adán y Eva con el valor del conocimiento o gnosis que les era prohibido, además de las tradiciones orientalistas sobre Kundalini. La descrita apariencia del espíritu guarda analogías evidentes también con algunas de los dioses Mitra y Cronos, las que no parecen coincidencia.
Se supone, entonces, que Iadalbaoth agotó o sacrificó su poder divino en
pleno proceso de gestación de la humanidad en el Jardín de Edén, dando a Adán la
primera alma de un hombre y su respectiva consciencia de individuo. Creó después a la serpiente, quizá tratando de rectificar, siendo ella la que
tentó a Eva y desató el primer mal sobre el mundo, creciendo
exponencialmente la maldad para siempre y hasta nuestra época.
Iadalbaoth, además, intentó frenar sin éxito la chispa de
luz sabia que se había encendido entre los primeros hombres, según ciertas versiones otorgada
por la propia Sofía. Desatándose de sus cadenas de paciencia, llegó a exigir que fuese reconocido como dios de todos, sin los resultados esperados. "Soy Padre y Dios y no hay nadie por encima de mí",
espetó con arrogancia en la obra "El dios usurpador" de Federico Granzotto. Sería el autor del
Diluvio Universal, entonces, molesto por el hecho de que la humanidad no
complacía su orgullo. Puede indagarse más sobre esta curiosa teoría en textos como "Poetics of the Gnostic
Universe" de Zlatko Pleše.
Debe indicarse que, tras haber sido representado con
diferentes rasgos animales (perros lebreles, cerdos, cocodrilos, serpientes,
etc.) en el período helénico Seth comenzó a ser graficado con cabeza
de burro y cuerpo humano. Así se lo observa entre los
llamados Papiros Mágicos Griegos, hacia el año 400 de nuestra era. Demócrito había
culpado también a los judíos de adorar en el Templo de Jerusalén la cabeza de
burro hecha en oro y sacrificar allí gentiles cada siete años: la leyenda decía
que Antíoco IV Epifano la había visto en el tabernáculo al tomar el
edificio en el siglo II antes de Cristo. Más tarde, un dibujo blasfemo romano
que está hoy en el Museo Palatino muestra una de las primeras
representaciones conocidas de Cristo en la cruz pero con cabeza de
burro y una inscripción dirigida a un cristiano llamado Alexamenos, de quien
se burlaba el autor. El mismo anatema caería sobre Iadalbaoth, ridiculizado y demonizado. Casos como aquellos son abordados por el escritor
M. David Litwa, un gran estudioso de tales mitos.
Según Fischer-Mueller, en tanto, algunos de los primeros grupos gnósticos surgidos bajo el dominio romano, principalmente arcónticos, sethianos y ofianos, consideraban a Iadalbaoth como el dios falso del Antiguo Testamento y creador del universo material en desmedro del universo espiritual, naciendo con esto también el dolor y el sufrimiento. En la literatura de esos tres grupos aparece el nombre de la entidad, de hecho. En contraste, sectas gnósticas como los valentinianos (llamada así por haber sido fundada por Valentinus, en el siglo II después de Cristo) consideraban que el creador del mundo sólo había fallado y carecido de poderes necesarios para lograr un buen resultado. Este punto de vista parece coincidir con la descripción que hace del caso el mexicano J. Miguel Acevedo Juárez, en su obra de carácter místico "Buscad y hallaréis":
Entonces el Misericordioso, El Espíritu invisible, mandó desde su trono cinco luces divinas en forma de Seres para ser consejeros de Yaldabaoth, y ellos lograron arrancar de él la fuerza divina que pertenecía a Sophia, diciendo a Yaldabaoth: Sopla tu espíritu en la cara del hombre. Y así lo hizo. Cuando el hombre recibió el soplo en su cara, este se levantó y tuvo vida, pues Adán recibió el espíritu divino, la fuerza divina de Sophia. Yaldabaoth no entendía qué estaba pasando, porque él vivía en la ignorancia. La fuerza y poder de Sophia penetró el cuerpo psíquico de Adán modelado en la imagen primordial y él se movió con fuerza, poder y brillantez.
El cristianismo convencional logró sobrepasar al pensamiento gnóstico y sus propuestas acabaron condenadas en el rigor de hierro del maniqueísmo sobre el bien y el mal, bajo el prisma del pecado o la condena. Finalmente, entonces, la oscura pero ilustradora naturaleza de Iadalbaoth acabaría inspirando a autores como H. P. Lovecraft: aparece invocado con el nombre del ángel caído Samael en el cuento "El horror de Red Hook", como agente del Demiurgo. Por su parte, el escritor Angel Franchetto parece estar refiriéndose a él también en "Extraterrestres y rosacruces", cuando sentencia: "El Espíritu Universal, cuanto más abajo, resulta más basto y mucho más oscura la luz de la sabiduría".
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