BALBAN, EL MAESTRO DEL ENGAÑO

Muy desconocido incluso en la demonología tradicional es Balban, al punto de ser confundido a veces con Baal y Balan por su semejanza fonética. Aparece definido sencillamente domo "El demonio del engaño" en fuentes como el "Diccionario de demonios y conceptos afines" de Ernesto Garibay Mora y "Los verdaderos ángeles" de Gerardo Villalobos Aguilar. Un poco más de él se dice en "Glosarios malditos" de la española Eba Martín Muñoz, sin embargo, indicando que su apariencia es similar a la de Arioch, el demonio de la venganza: "imponente, gigantesco, negro, de alas colosales, con múltiples cuernos y plumífero". Al parecer, se trata además de un serafín caído en la confrontación cósmica y quien tiene el talento de presentarse fingiendo ser otros seres puros y divinos, incluyendo ángeles celestiales. Prácticamente no existen retratos suyos.

Balban no sería un demonio mercenario como Arioch, sin embargo. Aunque Martín Muñoz agrega que no trata con los mortales ni puede ser "contratado", sí aparece citado en el caso sor Magdalena de la Cruz, de una monja de Córdoba nacida en 1487 y "fingida santa" en vida, famosa entre los cronistas de estas materias ocultistas. Tras caer enferma gravemente en 1543 siendo ya abadesa del convento, Magdalena confesó sus engaños al haber estado haciendo profecías o milagros con la complicidad con demonios, el principal de ellos Balban. La monja, quien a pesar de su buen prestigio de santa y adivina era mirada con desprecio y sospechas por San Ignacio de Loyola, el mismísimo fundador de la Compañía de Jesús, fue sometida al tribunal de la Inquisición tres años después y condenada a encierro de porvida en los claustros franciscanos de Andújar.

En la "Historia crítica de la inquisición de España" de Juan Antonio Llorente, obra de 1835, encontramos información sobre aquel proceso. La sentencia definitiva del 3 de mayo de 1546 decía que Magdalena aseguraba que se le apareció un demonio como ángel bueno de luz cuando tenía cinco años, anunciándole que sería santa y que debía mantener una vida devota. Reapareció varias otras veces y hasta se presentó ante ella una vez imitando la figura de Jesús en la Cruz, conminándola a crucificarse ella también. Lo hizo con unos clavos en una pared pero, cuando aquel espíritu maligno le pidió seguirlo, ella cayó en el suelo y se rompió un par de costillas, las que el propio demonio curó. A los siete años dejó su hogar, nuevamente siguiendo órdenes de la entidad que, poco más tarde, la hizo su esposa tomando simbólicamente dos dedos de la mujer con la promesa de que no crecerían. En efecto, Magdalena tenía dos dedos atrofiados en su mano. Comenzó a ser reconocida como santa a los 12 años, profesando devoción por san Gerónimo, santo Domingo, San Francisco de Asís y la Santísima Trinidad. Su orgullo se vio alimentado con el asombro que provocaban sus visiones y hechos milagrosos pero, según la sentencia, todo tenía un siniestro trasfondo:

Que cuando ella se había dejado ya dominar de esta vanidad, se le apareció el Demonio en la figura de un hombre joven muy hermoso, y le dijo ser uno de los serafines que habían caído del cielo, que habían estado haciendo a Magdalena de la Cruz compañía desde que tenía cinco años; que se llamaba Balban, y tenía un compañero nombrado Pitonio: que si perseveraba en el propósito de seguir su vida como hasta entonces, podría gozar con él todos los placeres que apeteciese, tomando él a su cargo aumentar la fama de santidad: que ella respondió conformándose, con tal que no se condenase para siempre, y Balban le dijo que no se condenaría, en consecuencia de lo cual, ella hizo pacto expreso con el Demonio de seguir sus consejos; comenzó a tenerlo por hombre incubo, y ha proseguido usándolo hasta el día de su confesión extrajudicial, hecha en el convento el año anterior de 1543. Que un día se le presentó el Demonio en figura de hombre negro y feo; y habiéndose espantado ella y exclamado de repente Jesús, huyó el Demonio; pero después volvió, la reprendió mucho, y al fin hicieron paces, quedando en que no se asustaría Magdalena si él volvía en aquella figura; lo que así sucedió en varias ocasiones.

La monja salió varias veces del convento, viajando incluso a Roma, y pudo enterarse así de cosas en el ambiente eclesiástico y social que después ofrecía como revelaciones. Decía que el misterioso Pitonio la reemplazaba en esas ausencias, asumiendo su forma y aspecto para que nadie la extrañara. Haberse negado a complacer a Balban fue su primera ruptura con él, sin embargo: "quiso una vez cierta deshonestidad, la repugnó ella, y él enojado la levantó a lo alto, la dejó caer, quedó ella maltratada y enfermó". El mismo informe señala que el metamófico demonio fue capaz de convertirse en cierta ocasión en la paloma del Espíritu Santo, también con Magdalena como secuaz, haciendo que las monjas presentes en el coro lo veneraran como tal. En otra oportunidad, Balban anticipó a la monja que pronto iría a pedirle consuelo uno de sus siervos quien se había enemistado con un príncipe y estaba afligido por esta situación, por lo que solicitaba un trato benevolente y que la mujer realmente rogara a Dios por él.

Las interpretaciones más modernas sobre el rol infernal de Balban se concentran en su función como principal encargado de los engaños entre los ángeles caídos. Empero, la leyenda no establece mucho sobre su supuesto rango o  la posición jerárquica que ocupa en los reinos del inframundo.

Comentarios