ABADDÓN, DESTRUCTOR Y ÁNGEL DEL ABISMO
Lucha de un cristiano con el demonio Abaddón (Apolión) en "El progreso del peregrino" de Bunyan, en la edición de 1850 del libro ilustrada con grabados de Selous Priolo.
Abaddón, a veces simplificado a Abaddon, Abadón y llamado Apolión entre los griegos, este personaje aparece mencionado originalmente con naturaleza de ángel o enviado, en la Torá judía y su equivalente cristiano el Antiguo Testamento. Se lo presenta como un equivalente a una entidad rectora del abismo profundo y oscuro, razón por la que quedó asociado al mundo subterráneo que es morada de los muertos y al primitivo concepto del Sheol o Seol hebreo, correspondiente a aquel reino de los difuntos que parece estar situado en el origen de la idea del Infierno, sin ser exactamente lo mismo.
El misterioso espíritu de alta jerarquía se presenta muchas veces como una noción negativa pero necesaria para la voluntad divina, algo defendido en trabajos como "El Libro de Abaddon. Un apócrifo mesiánico olvidado" de Aaron J. Miller. Sin embargo, se lo ofrece también como un concepto más abstracto y general, apareciendo mencionado así en el Libro de Job 28: 20-23:
¿De dónde, pues, viene la sabiduría? ¿Y dónde está el lugar de la inteligencia? El Abaddón y la muerte dicen: "Con nuestros oídos hemos oído su fama". Dios entiende el camino de ella, y conoce su lugar.
En su identificación como ser, Abaddón personifica la desgracia y la propia muerte en un contexto destructivo. Se lo suele relacionar e incluso reemplazar en las traducciones de las sagradas escrituras como el Destructor (o Exterminans), la Perdición, el Infierno, o bien con la idea de Abadón como el un lugar, pues avad·dóhn puede traducirse del hebreo como destrucción, al igual que el apollyon greco. Quizá por esta misma razón, con el tiempo comenzó a interpretarse como una identidad demoníaca y moradora del mismo Infierno, según se lee en fuentes como "Comentario del Nuevo Testamento" de Schroeder y Bonnet. Lecturas apócrifas y derivadas de las narraciones judeocristianas fueron las que lo señalaron como un demonio, sin embargo. Algunas opiniones consideraban incluso que fue el ángel oscuro invocado por Moisés para arrojar contra Egipto las lluvias de fuegos, truenos y granizos que castigaron la negativa del faraón de liberar a los israelitas, en el Libro de Éxodo.
La función destructora de Abaddón reaparece también en el Nuevo Testamento, específicamente en el Libro de Revelaciones. Lo hace allí como un Ángel o Estrella del Abismo, entidad encargada de hacer cumplir la voluntad castigadora del mismísimo Dios con parte de la ira santa que espera a la humanidad al final de los tiempos. Porta también la llave del Sheol, en las mismas profundidades en donde Satán permanecería encadenado purgando su rebeldía durante 1.000 años, según las tradiciones demonológicas. Abaddón es así, pues, quien aparece en Apocalipsis de San Juan 9: 1-12:
Y tocó el quinto ángel. Vi entonces una estrella que había caído del cielo a la tierra. Le fue entregada la llave del pozo del abismo. Abrió, pues, el pozo del abismo, y del pozo subió una humareda como la de un horno inmenso que oscureció el sol y el aire. De esa humareda salieron langostas, que se esparcieron por la tierra, y se les dio la misma capacidad que tienen los alacranes de la tierra. Se les ordenó que no causaran daño a las praderas, ni a las hierbas, ni a los árboles, sino sólo a los hombres que no llevaran el sello de Dios en la frente. No podían matarlos, sino únicamente atormentarlos durante cinco meses con un dolor semejante al que produce la picadura del alacrán. En aquellos días los hombres buscarán la muerte, pero no la hallarán; querrán morir, pero la muerte huirá de ellos. Estas langostas se parecen a caballos aparejados para la guerra. Pareciera que tienen en la cabeza coronas de oro y rostros como de seres humanos; sus cabellos son como los de mujer y sus dientes como los de leones. Tienen corazas de hierro y sus alas hacen el mismo ruido que un ejército de carros con muchos caballos que corren al combate. Tienen colas como de alacranes, y en las colas aguijones para torturar durante cinco meses a los hombres. Tienen un rey, el ángel del Abismo, que en hebreo se llama Abaddón, y en griego, Apolión. El primer ¡Ay! ha pasado. Vienen todavía otros dos detrás.
Abaddón en el sitio Spooky Sight del investigador y cronista Razvan Radu.
A pesar de su conversión paulatina en demonio, la tradición mantuvo a Abaddón como un personaje que obstaculiza y destruye pero al servicio del propio Señor de los Cielos. Al respecto, no sabemos si exista alguna relación etimológica o conceptual entre los nombres de Abaddón y Abdón, este último derivado del hebreo abdon que se traduce como "siervo" o "servidor" (de Dios). Algunos autores son partidarios también de la idea de que la entidad era conocida y valorada por los caballeros de la Orden del Temple después de haber sido fundada en 1118, por ejemplo. Su interpretación de que correspondía a un enviado o mensajero de la divinidad será compartida y mantenida en sociedades herméticas posteriores al trágico final de los templarios en 1312, además.
El mismo espíritu intermediario sigue apareciendo después en tales funciones pero ya con rasgos de ángel caído y codenado; es decir, demonizado y entregado a las huestes satánicas. Es lo que se lee en la curiosa novela del predicador puritano inglés John Bunyan, escrita durante su cautiverio de más de una década por hacer labores pastorales y evangelizadoras sin licencia eclesiástica. Titulado "El progreso del peregrino" ("The Pilgrim's Progress") al salir de imprentas en 1679, en este relato un cristiano que se encuentra saliendo de la llamada Ciudad de Destrucción rumbo a Sión, viéndose en necesidad de luchar y vencer a Apolión (Apollyon) poco después de iniciar la extensa ruta:
Pero ya en el Valle de Humillación, el pobre Cristiano tuvo un problema. Había andado poco trecho, cuando divisó a un enemigo maligno que venía a su encuentro, cuyo nombre era Apolión. Cristiano comenzó a tener miedo y a pensar qué sería mejor, si retroceder o permanecer firme. Se acordó que no tenía armadura en sus espaldas, y por lo tanto, correr del enemigo sería darle mayor ventaja, pues con facilidad podría herirlo con sus dardos; por lo tanto, decidió arriesgarse y mantenerse firme.
Cristiano siguió su camino, y a poco trecho se topó con Apolión. El monstruo era de horrible aspecto; estaba vestido de escamas como de pescado (de lo cual se enorgullecía). Tenía alas como de dragón, pies de oro y su boca era como la boca de un león.
Durante la época victoriana y en medio del encanto británico del siglo XIX con las ciencias ocultas y esotéricas, Abaddón o Apolión fue relacionado también con el propio rol de Satanás o sus lugartenientes, tal vez por alguna influencia de la misma narración bíblica sobre el encuentro entre Satanás y Yahvé poniendo a prueba la lealtad de su siervo Job. De entre las reediciones de "El progreso del peregrino", hacia 1850 aparecen algunas de las primeras representaciones del mismo ser ahora convertido en demonio, especialmente la confeccionada ese año por los ilustradores H. C. Selous y M. Paolo Priolo en Londres, para la republicación revisada hecha por Robert Maguire.
La masonería y otras sociedades secretas tomaron también a Abaddón en su nomenclatura y argot pero prefirieron estimarlo como un referente simbólico o metafórico positivo. En la Gran Masonería de Oriente, de hecho, se llegó a considerar que su nombre era una suerte de sortilegio, invocación o conjuro, considerándolo así una palabra "sagrada", pues este ángel era para ellos un verdadero mensajero celestial al servicio de la gran voluntad universal. En el "Diccionario enciclopédico de abreviado de la masonería" de Lorenzo Frau Abrines, de 1955, encontramos la siguiente definición del mismo:
Equivale al exterminador; es el nombre hebreo del ángel del abismo, que en friego se denomina Apollión y constituye la primera palabra que se pronuncia al hacer la seña general del grado 17 del Rito Escocés Antiguo y Aceptado y del grado del Rito de Menfis. También es la segunda palabra sagrada del mismo grado en ambos Ritos y del 47 de Rito Misraim. En algunos Rituales se dice Abbadon, pero según el Diccionario hebraico es Abaddon.
La figura y alegoría del ángel oscuro inspiraron también la que sería la última obra en formato de novela del escritor argentino Ernesto Sábato: "Abaddón el exterminador", de 1974. El libro es de tono trágico y ciertamente pesimista, pues se inspira en algunas de las peores calamidades de la humanidad ocurridas durante el pasado siglo.
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